Silencioso amigo, desde muy lejos, siente
cómo tu soplo aumenta aún más el espacio.
En el armazón de sombrías atalayas
consiente en ser carillón. Lo que de ti vive
se fortalecerá con este aditamento.
Penetra en la transformación, entra y sale.
¿Cuál es tu experiencia, la más dolorosa de todas?
Si beber te resulta amargo, conviértete en vino.
Sé, en esta noche desmesurada,
la fuerza mágica en la encrucijada de tus sentidos,
la sensación de su extraño reencuentro.
Y si lo que es terrestre te ha olvidado,
dile a la tierra inmóvil: Yo corro.
Y al agua veloz, repítele: Yo soy.
(Los Sonetos a Orfeo 1922)
La soledad aseméjase a una lluvia
que, viniendo del mar, en la tarde avanza
sobre las llanuras distantes y perdidas,
bajo el cielo que siempre la contiene.
Y es del cielo que cae sobre la ciudad.
La soledad llueve en horas inciertas
cuando, amaneciendo, las calles se vuelven nuevas,
y los cuerpos ahitos de desprecio
se separan, tristes y desengañados,
y los hombres, odiándose entre ellos,
deben compartir un mismo lecho:
la soledad, entonces, se aleja en la corriente del río.
(Libro de imágenes 1899-1905)
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